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Enter the Void, de Gaspar Noé (2009)

Foto del escritor: Juan Pablo Hernández CórdovaJuan Pablo Hernández Córdova


Noé es especialista en interiorizarnos en temas tabúes. Lo hemos visto en Solo contra todos y en menor consistencia en la afamada y cruda Irreversible. Sin quedarse atrás, y siguiendo la línea que lo caracteriza, Enter the Void nos lleva al universo que todos anhelamos conocer, con la única y “simple” habilidad de poder contárnoslo después. Creo que ya saben a qué me refiero. Sí, la muerte. No es una película fácil de digerir. Tal vez en contenido no es muy original qué digamos, pero es un experimento visual único: luces de neón por todos lados, drogas por doquier, flashbacks y un cruce cultural entre oriente y occidente que logran que Enter the Void sea un proyecto exclusivo e incomparable. Desde los créditos que aparecen al inicio, titilando como una luz estroboscópica no apta para epilépticos, nos damos cuenta que la cinta de Noé será una experiencia inigualable. Porque es una película que sí o sí genera empatía con el espectador, puesto que nos inserta literalmente en el cuerpo de Oscar (al ser filmada en primera persona), un tipo occidental que convive con su hermana Linda (Paz de la Huerta) en un pequeño departamento. A primera vista podemos percibir que Oscar (Nathaniel Brown) y su hermana, dos tipos definidos por la cultura occidental, van a buscar suerte al gigantesco Tokio. Ella trabaja como stripper en un club nocturno y nosotros (Oscar) somos unos microempresarios, específicamente traficantes. Oscar deberá hacer una entrega en un pub cercano, pero las cosas no saldrán como en los cuentos de hadas con final esperanzador, sino que “acabaremos” muertos en un baño asqueroso gracias a una bala en el pecho. Y así no más. Estamos muertos.

La intensidad de lo previo al deceso de Oscar, como la sangre en las manos después del disparo, logran conectar una sensibilidad y un miedo inexplicable en nuestro interior, sintiendo que somos nosotros mismos los afectados. Hemos muerto, punto. Pero esto no queda aquí, ya que Oscar hizo la promesa de no abandonar jamás a su hermana, y es así como “nuestro” espíritu, alma o 21 gramos se dispersan por los aires, vagando en busca de Linda.

Podríamos decir que Enter the Void es el padre de Irreversible, o el mayor de los hijos de Noé, ya que después de una serie de flashbacks nos daremos cuenta de todo y descubriremos las incógnitas del porqué de lo ocurrido, en una secuencia similar a la de Irreversible, pero quizá con un mayor grado de originalidad.

A mi parecer Noé es un maldito genio, capaz de echarse al bolsillo a la mayoría del público curioso que ve por primera vez sus genialidades. Es uno de los pocos directores contemporáneos que se arriesga a cruzar ese puente que va entre la extravagancia y la innovación, sin recurrir a lo fácil y repetido. Y Enter the Void es, sin lugar a dudas, un excelente ejemplo de ello.

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© Creado por Juan Pablo Hernández Córdova.

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